Por Redacción Digital
CIUDAD DE MÉXICO., 13 DE FEBRERO DE 2020.- Él es papá de Verónica Guadalupe Benítez Vega, una joven de 21 años de edad asesinada por su esposo Luis Ángel Reyes, el 6 de julio de 2017. Sólo habían pasado seis meses de haber contraído matrimonio en la parroquia San José El Vidrio, ubicada en el municipio Nicolás Romero, Estado de México.
Ella recibió 17 puñaladas (en el pecho) y le destrozaron la cara con un (tabicón) de tres kilos», narra mientras permanece sentado en un sillón y a un costado de un altar, donde la fotografía de «Lupita» y la flama de dos veladoras mantienen la esperanza de encontrar justicia por completo.
La imagen -adornada con un marco color negro- refleja la esencia de «Lupita», la hija más pequeña. «Mi hija era muy alegre y siempre tenía una sonrisa para todos», cuenta el señor quien es una de las tantas víctimas colaterales de los feminicidios registrados alrededor de la entidad mexiquense.
LOS HECHOS
Entre las 10:30 y 11:00 horas del 6 de julio de 2017, «Juanita» recibió una llamada telefónica de una mujer para decirle: «Vete rápido al departamento de tu hermana porque Luis Ángel le está dando en su madre».
Después de colgar el auricular y sin saber de quién era el mensaje, cargó a sus dos pequeños hijos y pidió a un familiar apoyo para llevarla al lugar a bordo de una camioneta. «No nos tardamos ni cinco minutos en llegar porque mi hermana estaba muy cerca, rentaba un departamento muy cerca (de la casa de mis papás)».
Cuando llegamos ya había mucha gente (…) y mi hermana estaba tirada (sobre un camino de terracería) con mucha sangre y al lado de ella estaba la mamá de Luis Ángel».
Fue un dolor, un shock, y llegó el cuestionamiento sobre qué había pasado (sobre la calle Ampliación Guadalupe Victoria). Le descubrí su rostro y su cuerpo, (mi hermana) estaba toda desfigurada y su cabeza estaba hundida. (Ella) tuvo traumatismo craneoencefálico porque le pegó con un block (de concreto), le destrozó su rostro a mi hermana», expone Juana Isabel, hermana de «Lupita».
Minutos después apareció Luis Ángel en el lugar donde quedó el cuerpo de su esposa, quien era estudiante de la carrera Bioquímica Diagnóstica en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, plantel de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Él quería que lo abrazara y le pregunté qué le había hecho a mi hermana (…) y sólo decía: ‘Dime que salve a Lupita y a mi hijo’. Me agarraba de la ropa y me repetía lo mismo, una y otra vez», externa la joven de 30 años de edad.
En sus primeras versiones, el esposo dijo que ambos habían sido víctimas de un intento de robo y secuestro de su bebé, quien apenas había cumplido tres meses. Sin embargo, Luis Ángel Reyes cayó en contradicciones y en las investigaciones se demostró que la joven se había defendido y arañado a su agresor.
Ello porque «Juanita» se percató que las uñas de las manos de su hermana estaban rotas, manchadas de sangre, incluso con rastros de piel de su esposo, lo que quedó acreditado en el propio expediente a través de pruebas de criminalística y genética forense.
Él tenía rasguños en los antebrazos. «Dijo muchas cosas y se contradijo desde el principio», recuerda. Incluso, dos personas pasaron cerca de la escena del crimen aquel día y vieron cómo «Lupita» fue golpeada por su esposo y su suegra a plena luz del día.
Con ello se ordenó aumentar la sanción a 62 años y seis meses de prisión para el agresor. «Es una de las penas más elevadas en el Estado de México para un caso individualizado de una víctima y un victimario», acentúa.
Si bien la familia Benítez Vega ganó esta lucha, aún vive atemorizada y bajo la incertidumbre de las amenazas recibidas por los familiares del feminicida y la presunta participación de la mamá de Luis Ángel en el asesinato.
Con Información de Excelsior.